Acudía a tu auxilio de forma inmediata, "¿Hola, qué tal?", tu sonrisa y perdí por goleada. Te apoderaste al instante de mi ocio y al fin y al cabo, pude entender que hiciste negocio. Una ráfaga de balas seductoras no lograban vulnerar una coraza idiota y con mi seguridad ya en la miseria. Fuimos por un fernet, juntos, los tres: Vos, yo y tu histeria. Sin mucho más que hablar, nos despedimos, comprobé que ya era inútil extender ese partido colgué los timbo y bajé la persiana, sin embargo, tu auto estima cascoteó mi ventanta.
Sugerías necesitar mi delirio para ganar espacio, me mostré cual tipa tibio, empezó a inquietarte mi nueva conducta, pero caí derrotada por tus brotes de astucia. Me regalaste vacaciones en tu alcoba, atrás quedó esa idiotez de dormir cola con cola.
Quién dijo: ¿Qué no se puede?, ¿Que no se puede combinar inconstancia, inconciencia y lealtad?
¿Que es imposible dar un paseo, un día a tu cielo, un día a mi infierno?.
Estoy segura, compañero, y me juego mi alma loca, que no debe existir boca como esta, en el mundo entero.
Si es cuestión de confesar no sé preparar café y no entiendo de fútbol. Creo que alguna vez fuí infiel, juego mal hasta el parqués y jamás uso reloj y para ser más franca nadie piensa en ti como lo hago yo aunque te dé lo mismo.
Nunca duermo antes de diez ni me baño los domingos, la verdad es que también lloro una vez al mes sobre todo cuando hay frío, conmigo nada es fácil ya debes saber me conoces bien y sin ti todo es tan aburrido.
El cielo está cansado ya de ver la lluvia caer y cada día que pasa es uno más parecido a ayer, no encuentro forma a alguna de olvidarte porque seguir amándote, es inevitable. Siempre supe que es mejor cuando hay que hablar de dos, empezar por uno mismo. Ya sabrás la situación aquí todo está peor pero al menos aún respiro no tienes que decirlo no vas a volver, te conozco bien, ya buscaré qué hacer conmigo.
Siempre supe que es mejor cuando hay que hablar de dos empezar por uno mismo.
Estas semanas sin verte me parecieron años, tanto te quise besar que me duelen los labios. Mira que el miedo nos hizo cometer estupideces, nos dejó sordos y ciegos tantas veces.
Y un día después de la tormenta cuando menos piensas sale el sol, de tanto sumar pierdes la cuenta porque uno y uno no siempre son dos; cuando menos piensas sale el sol.
Te lloré hasta el extremo de lo que era posible, cuando creía que era invencible. No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante y lo mejor siempre espera adelante.