Te apoderaste al instante de mi ocio y al fin y al cabo, pude entender que hiciste negocio.
Y con mi seguridad ya en la miseria, fuimos por un café, juntos, los 3: Vos, yo y tu histeria.
Sin mucho más que hablar, nos despedimos. Comprobé que ya era inútil extender ese partido. Colgué los timbo y bajé la persiana, sin embargo, tu auto estima cascoteó mi ventanta. Empezó a inquietarte mi nueva conducta, pero caí derrotada por tus brotes de astucia. Me regalaste vacaciones en tu alcoba, atrás quedó esa idiotez de dormir cola con cola.
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